Fundación Rogelio Salmona / La Fundación / Carta al periodico El Tiempo.

Carta dirigida al periodico El Tiempo

Bogotá, 15 de febrero de 2011

Señor
Roberto Pombo
Director de El Tiempo
Bogotá

Señor Director: 

Con el ánimo de  aclarar  algunas inconsistencias  presentes en el artículo publicado
en ese diario y firmado por la periodista María Paulina Ortiz, especialmente lo dicho
a ella por el señor  Fermín Sanz de Santamaría  con motivo de la celebración de los
80 años de la Plaza de Toros, ruego  a  usted,  en nombre de la Fundación Rogelio
Salmona, publicar  el  artículo  adjunto,  escrito por el Maestro Guillermo Angulo,
primer habitante de las Torres y amigo cercano de Rogelio Salmona, quien fue testigo
de excepción del debate público que se generó con motivo de la construcción de las
hoy famosas Torres del Parque.

El Maestro, quien está escribiendo un libro sobre las que él llama Torres de Salmona,
nos cuenta  pormenores  de  dicho debate, para  muchos  desconocidos y para otros
olvidados.

Atentamente,


María Elvira Madriñán
Fundación Rogelio Salmona
Presidente


Salmona construía, no destruía

Por Guillermo Angulo
Fundación Rogelio Salmona
Miembro Fundador

María Paulina Ortiz en nota publicada en El Tiempo entrevistó a Fermín Santamaría,
nieto de Ignacio Sanz de Santamaría, la persona que levantó la Plaza de Toros que lleva
su nombre y quien, haciendo honor al ancestro judío de su apellido, la hizo adornar
con innúmeras estrellas de David. Cualquier paseante ocasional —sin necesidad de ser
arquitecto— puede ver el gran respeto que el arquitecto Rogelio Salmona tuvo por esta
plaza, que condicionó la forma semicircular de sus hoy famosas Torres, que rodean a
distancia el coso taurino.

Hoy la construcción original de la plaza se nota cambiada, atenta contra el espacio
público, gracias a un agregado posterior levantado sobre la calle 27 y construido en
un ladrillo de menor calidad, que disuena con el diseño original e invade la acera,
impidiendo el tránsito de peatones que no vayan en fila india y haciendo imposible el
paso de discapacitados en sillas de ruedas. Y siempre con tercermundista olor a orines,
humanos y de ganado. Ningún ganadero se ha opuesto —que se sepa— a este abuso
arquitectónico.

Fueron los defensores de la llamada “fiesta brava”, particularmente los ganaderos, los
más encarnizados enemigos de la construcción de las Torres de Salmona, hoy orgullo y
emblema de la ciudad. El doctor Juan Carlos Villaveces, presidente en ese entonces de la
Asociación Colombiana de Reses de Lidia, dijo contra la construcción de estos edificios
de Salmona:

Tanto durante la corridas, como especialmente durante los días u horas
inmediatamente anteriores a ellas, no es conveniente y sí perjudicial a los toros,
vale decir al espectáculo, el que desde ventanas y azoteas estén los toros expuestos
a las miradas de los curiosos que los exciten con ruidos, señas, o lanzándole
objetos.

Si entendí bien, a los toros los pone nerviosos que los miren o les hagan señales
(¿obscenas?) los que no pagan; no los que están dentro de la plaza. No los ponen
nerviosos los olés, la desafinada música ni los gritos estridentes de los aficionados. Y
menos la certeza de que el fin de la tarde se encontrarán inexorablemente con la muerte.
Y en cuanto a lanzar objetos desde las Torres hasta la plaza, sería bueno averiguar quién
lo hace, para candidatizarlo como lanzador olímpico a las próximas olimpiadas.

Don Fermín, el nieto del señor Santamaría, debe haber sido muy amigo de Rogelio
Salmona, pues le oyó decir algo que ni sus amigos ni su esposa, María Elvira Madriñán,
le oímos nunca: que había que tumbar la plaza de toros de Santamaría, construida en
un importado y no muy ecléctico estilo mudéjar. Refiriéndose a la plaza de toros, don

Fermín asegura en el reportaje en mención:

[…] tuvimos que defendernos de que la tumbaran. 
Ese era el deseo de Rogelio
Salmona cuando empezó su proyecto de las Torres del Parque. Yo logré hacer
una campaña para evitarlo.

Pero parece que quien derrumbó el rumor de la tumbada (era iniciativa de algunos
ganaderos que querían una plaza más grande, tipo Monumental de México, en
las afueras de la ciudad) no fue él sino Mario Laserna, uno de los fundadores de la
Universidad de los Andes quien, dicen, se carteaba con Einstein, también abiertamente
opuesto a la construcción de las torres, alegando que el coso era una obra de arte de
la arquitectura, que iba a ser empequeñecida por las Torres de Salmona. Como a sus
oídos había llegado el ridículo rumor de que Salmona —quien no tenía la autoridad de
hacer derrumbar la Plaza de Toros— lo quería hacer, decidió enfrentarse al Alcalde
de entonces, y en un programa dirigido por la Dama de la Televisión, doña Gloria
Valencia de Castaño, se enfrentó al Alcalde Mayor, Virgilio Barco Vargas, quien declaró
categóricamente:

No se ha pensado en ningún momento en eliminar la Plaza de Toros de
Santamaría, y en segundo término mientras falten escuelas, acueductos y
alcantarillados para barrios y sectores populosos de la ciudad, el Gobierno
Distrital no gastará un solo peso en nuevas plazas de toros.

Salmona era un constructor, en el buen sentido de la palabra, y nunca quiso construir
sobre la destrucción. Solía admirar y conservar las edificaciones del pasado y su
arquitectura era una continuación de la tradición histórica, que permitía mirar hacia
atrás, como se vio en la Casa de Huéspedes de Cartagena, en el Centro Gabriel García
Márquez y en las mismas Torres que deberían llevar su nombre.



Artículo del periodico El Tiempo.

http://www.eltiempo.com/colombia/bogota/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-8827086.html